La cabeza

En una reunión familiar y de amigos allegados, alguien, no recuerdo quién, preguntó: ¿Qué es lo que camina con la cabeza para abajo?

La interrogante me puso a pensar  durante un largo tiempo antes de encontrar la respuesta, pero no sólo eso, también reflexioné  acerca de la importancia de esa parte del cuerpo. Recordemos que éste se divide  en tres partes fundamentales: Cabeza, tronco y extremidades.

De ahí, pienso yo, que cuando algo nos preocupa nos rascamos, consciente o inconscientemente, la cabeza. Si nos asustamos  por algo o por alguien colocamos las manos sobre la cabeza y si nos amenaza  el peligro de que un objeto pueda caernos encima, entonces nos agachamos y tratamos de cubrir la cabeza, con manos y brazos.

Pero hay más, la cabeza está presente a la hora de establecer comparaciones con ciertas acciones realizadas durante la vida. Por ejemplo, quién no ha aconsejado  a su hijo que no ande con fulano o mengano porque son “mala cabeza”.

Cuando criticamos  a otra persona de poco inteligente decimos: Cabeza de chorlito o Cabeza de turco, mientras que si somos nosotros  los que no damos pie con bola  ante un trabajo determinado  o en el estudio señalamos, sencillamente, que no tenemos cabeza para esas cosas como forma de justificarnos ante los demás y de nosotros mismos. No importa que algunos se apelliden Cabezas.

Que lance la primera piedra  quién no ha perdido, aunque sea una vez en la vida, la cabeza tras unas faldas. Por otro lado, constantemente aconsejamos a los jóvenes que deben sentar cabeza  y tratamos de quitarle las malas ideas de la cabeza o, lo que es lo mismo, enseñarlos a que tengan bien puesta la cabeza sobre los hombros, porque sino, no podrán nunca levantar cabeza, aunque se dice también que nadie escarmienta por cabeza ajena.

Para algunas personas es mucho mejor ser cabeza de ratón que cola de león y a otras constantemente se les calienta la cabeza; mientras que los guapos, con la cabeza más dura que un palo, aseguran constantemente  que no dejarán títeres con cabeza y lo único que logran es que los metan tras las rejas de cabeza. También están los matrimonios que casi a diario se tiran los trastos a la cabeza.

Bueno, estimado lector, estamos llegando al final de este trabajo porque tengo mi cabeza como una olla de grillos. ¡Ah¡ Se me olvidaba, la puntilla en el zapato es la que camina con la cabeza para abajo. Disculpe Usted, ¡qué cabeza la mía!  

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